viernes, octubre 29, 2010

Petras golpea duro! Extractos selectos de un reciente artículo suyo



Sendas hacia el desarrollo capitalista del siglo XXI

James Petras
Rebelión

Traducido para Rebelión por Ricardo García Pérez

Introducción

Acabada la mejor parte de la década actual, los mercados de valores latinoamericanos han vivido una expansión.
Los inversores extranjeros han recogido y repatriado a sus países de origen miles de millones de dividendos, beneficios e intereses. Las corporaciones multinacionales se han metido en la minería, el sector agrario y otros afines, sin trabas y prácticamente sin que las diferentes regiones les hayan exigido realizar “transferencias de tecnología” ni impuesto limitaciones medioambientales. Los gobiernos latinoamericanos han acumulado unas reservas de divisas extranjeras sin precedentes para garantizar que los inversores extranjeros gocen de acceso ilimitado a monedas fuertes para remitir las ganancias. La década ha sido testigo de una desmovilización sin precedentes de movimientos sociales radicales. Los gobiernos han brindado protección política y social a inversores nacionales y extranjeros, así como garantías a largo plazo del derecho a la propiedad privada.

Ni un solo gobierno de la región, con la excepción de Venezuela, ha invertido el curso de privatización a gran escala de sectores económicos estratégicos implantado en la década de 1990 por los gobiernos neoliberales anteriores. En realidad, la concentración y centralización de tierras fértiles se ha mantenido sin el menor disimulo en el calendario político de una posible redistribución de la tierra o la riqueza. Mientras los banqueros y los inversores nacionales y extranjeros celebran la expansión económica y, lo que es más importante, expresan su valoración positiva invirtiendo miles de millones en la región, los expertos de la izquierda afirman percibir el «resurgir de la izquierda» y escriben sobre una u otra versión del socialismo del siglo XXI. Concretamente, muchos intelectuales y expertos euroamericanos progresistas y de izquierdas, destacados y cuyos textos se publican en todo el mundo han prestado muy mal servicio a sus seguidores y lectores. Los comentarios basados en exploraciones lejanas y superficiales ofrecen informes elogiosos del giro de América Latina hacia la izquierda y la independencia nacional. Estas descripciones carecen de fundamento empírico, histórico, analítico o estadístico. Autores tan distintos como Chomsky, Tariq Ali o Wallerstein, que jamás han realizado una investigación de campo al sur de Río Grande en ningún momento o, por lo que nos toca, tampoco han consultado a los inversores importantes que cosechan miles de millones en la América Latina actual, se han convertido en expertos instantáneos sobre la orientación social y política de los gobiernos, la situación de los movimientos sociales y las políticas económicas vigentes. Parece como si América Latina fuera un blanco fácil para cualquiera y para todos los autores occidentales de izquierda capaces de repetir la retórica política de los gobiernos implicados. No cabe duda que esa práctica garantiza recibir una invitación oficial de vez en cuando, pero apenas sirve para clarificar los rasgos socioeconómicos más llamativos de la actual hornada de gobiernos latinoamericanos y de las estrategias de desarrollo marcadamente definidas que aplican.

La abundancia de datos basados en entrevistas de campo extensas, los estudios estadísticos publicados por organismos de desarrollo internacional, los informes de consultoras, empresas y bancos de inversión y los debates con dirigentes de movimientos sociales independientes aportan documentación sobrada para mantener que América Latina ha tomado múltiples caminos hacia el capitalismo del siglo XXI, y no al socialismo ni a nada que se le parezca.

De hecho, uno de las grandes historias triunfalistas aclamadas por la prensa internacional es la marginación de la política socialista, la aceptación generalizada de la «globalización» por parte de los dirigentes políticos (desde el centro-izquierda hacia la derecha) y la des-radicalización de la élite intelectual y académica, que libra la batalla contra los fantasmas neoliberales al tiempo que ofrece legitimación populista a los políticos del... capitalismo del siglo XXI.

El capitalismo del siglo XXI: Continuidades y cambios

En los últimos años, los inversores, los especuladores, las corporaciones multinacionales y las empresas comerciales de Asia, Europa, América del Norte y Oriente Próximo han encontrado virtudes y valores en las políticas de desarrollo económico instauradas por los dirigentes latinoamericanos recientes. Concretamente, aplauden la recién hallada estabilidad política y las nuevas oportunidades económicas a largo plazo y las elevadas tasas de beneficio. En realidad,
a América Latina se la mira como un gran almacén al por mayor donde realizar inversiones lucrativas que superan los frutos extraídos de las que se hacen en los mercados inestables y volátiles de Estados Unidos y la Unión Europea.

Por las operaciones que conocemos de él en América Latina, algunos de los elementos más importantes el capitalismo del siglo XXI (C XXI ) se solapan con las múltiples variantes del capitalismo del siglo XX. El C XXI ha suscrito las políticas de «apertura de mercados» del modelo neoliberal del siglo XX; ha fomentado las exportaciones agrarias y mineras y la importación de manufacturas, similar a la división colonial del trabajo de principios del siglo XX.
Ha tomado prestadas medidas de intervención estatal de la estrategia de desarrollo nacionalista para aliviar la pobreza, rescatar bancos y promocionar a los exportadores y a los inversores extranjeros.

Como en casi todos los países capitalistas en vías de desarrollo «tardíos» y «retardados», en algunos de los más extensos, como Brasil y Argentina, el Estado desempeña un papel mediador importante entre los exportadores agrarios y mineros y los capitalistas industriales (nacionales y extranjeros).

A diferencia de las versiones anteriores de capitalistas liberales y neoliberales que, en primera instancia, eliminaban las restricciones pre-capitalistas impuestas a los flujos de capital y, a continuación, las exigencias laborales y de bienestar que constreñían la explotación capitalista, los actuales gobiernos liberales heterodoxos (o «post-neo-liberales»)
tratan de incorporar a los trabajadores y a los pobres e invitarlos a participar en la nueva estrategia de exportación. En parte, el capitalismo del siglo XXI puede defender el «mercado libre» y las políticas de bienestar y lucha contra la pobreza debido a la coyuntura favorable del mercado mundial de carestía de las materias primas y a la expansión de los mercados asiáticos.

La creciente intervención del Estado en la regulación de los flujos de capital y en la «selección de los ganadores y los perdedores», apoyando las grandes empresas agrarias frente a los pequeños agricultores, a los exportadores y los grandes importadores minoristas antes que a los pequeños y medianos productores y minoristas, subraya la compatibilidad, incluso la importancia, del intervencionismo estatal a la hora de sostener el modelo de exportación agro-mineral de «libre mercado». Si bien algunos sectores del capital se quejaron del déficit potencial y del aumento de la deuda pública causados por el incremento del gasto público en programas contra la pobreza o el aumento del salario mínimo, en general, la mayoría de los capitalistas consideran que la versión actual del «estatismo» es complementaria y no entra en conflicto con los objetivos más generales de ampliar las oportunidades de inversión y de acumulación de capital.

Los ideólogos del C XXI han desempeñado un papel significativo a la hora dotar de legitimidad al sistema, sobre todo en su fase inicial, proyectando imágenes y narraciones del «antiimperialismo», del «socialismo del siglo XXI» y, en los países andinos, de una nueva variante «indígena» de la «revolución democrática y cultural» (Bolivia). Dado que hay una dependencia muy fuerte de las estrategias de desarrollo extractivas y una presencia muy marcada de empresas extranjeras en sectores económicos estratégicos y en tierras sujetas a reivindicaciones territoriales indígenas o próximas a ellas,
los rituales indígenas tradicionales y las representaciones simbólicas, la retórica y el carisma antiimperialista desempeñan un papel clave para engrasar los engranajes del C XXI ante las circunscripciones populares rebeldes (sobre todo en Perú, Ecuador y Bolivia).

La paradoja de que los supuestos gobiernos de «centro-izquierda» suscriban la «división colonial del trabajo» de corte liberal en relación con el mercado mundial es hasta cierto punto ininteligible debido a la mayor diversificación de los mercados. La «colonialidad» se identifica con relaciones económicas con Estados Unidos, mientras que los nuevos vínculos económicos con Asia se presentan como manifestaciones de solidaridad Sur-Sur y otros eufemismos similares; aun cuando estas últimas reflejen lo primero en algunos aspectos económicos esenciales. Sin embargo, hay diferencias políticas importantes entre Estados Unidos y China, en la medida en que esta última no se implica en golpes de Estado, operaciones secretas ni intervenciones militares (al menos en América Latina).

Para el modelo del C XXI es esencial la estabilidad social, el mantenimiento del marco político democrático liberal y la supremacía civil... todo lo cual opone a estos gobiernos a los golpes respaldados por Estados Unidos en el continente, incluidos los fallidos en Venezuela (2002) y Bolivia (2008), y el triunfante en Honduras (2009).

******


Comparar las sendas «ortodoxa» y «heterodoxa» hacia el Capitalismo del Siglo XXI

Considerando el hecho de que, por ahora y en un futuro previsible, ninguno de los países latinoamericanos tiene ningún plan o proyecto de socializar la economía (con la posible excepción de Venezuela), el asunto teórico y práctico clave es identificar la presencia de sendas divergentes hacia el desarrollo capitalista. Por origen, trayectoria, y alianzas sociales podemos distinguir las estrategias «heterodoxa» y «ortodoxa», no sin ciertos solapamientos en sus márgenes.

El enfoque heterodoxo del C XXI se califica a veces como «Socialismo del siglo XXI» por parte de algunos de sus propagandistas locales, pasando por alto de forma llamativa elementos tan básicos como la propiedad privada de los principales medios de producción y financiación (bancos, industrias, minas, comercio, plantaciones), la influencia a gran escala del «dinero ambulante» en la búsqueda de bonos portadores de tasas de interés elevadas y bajas regalías sobre la extracción de minerales y recursos energéticos.

Una de las claves para entender la aparición del C XXI reside en que sus orígenes se encuentran en los levantamientos políticos populares y la «ruptura» ideológica con el periodo «neoliberal» anterior. Los orígenes radicales dejaron una huella en las medidas concretas adoptadas por los gobiernos emergentes, en el estilo de la política y en la búsqueda de nuevas fuentes de legitimación ideológica.

Por mor de las circunstancias, sobre todo las crisis económicas del neoliberalismo, los nuevos gobiernos «post-neoliberales» adoptaron una serie de medidas populistas para aliviar la pobreza, reducir el desempleo y reactivar la economía. Todos esos cambios requirieron intervención estatal activa para rectificar los fallos del «mercado», al tiempo que pretendían garantizar los intereses de las clases capitalistas. Las medidas fueron acompañadas de grandes dosis de retórica anti-neoliberal para acomodar la ira popular a las desigualdades del sistema. En algunos casos, las transformaciones fueron acompañadas de una referencia vaga al «socialismo» sin planificación central, ni propiedad pública, ni gestión de la mano de obra. La trayectoria de los gobiernos que encaraban la senda heterodoxa se inició con medidas de bienestar populistas que con el paso del tiempo se fueron diluyendo de forma paulatina a medida que disminuyeron la presiones sociales y fue calando el desempleo y la reactivación. A finales de la década (en 2010), los regímenes post-neoliberales se han vuelto cada vez más hacia la «modernización del desarrollo». Este último enfoque ha venido impulsado por una campaña alimentada al máximo para maximizar la inversión privada, especialmente extranjera y en los sectores exportadores, cuya tasa de crecimiento es elevada. La reordenación del Estado post-neoliberal se detuvo bastante antes de que hubiera algo que sustituyera a los tecnócratas «neoliberales» por otros más afines la nueva dirección heterodoxa. La mayor parte de los esfuerzos se destinaron a adaptar de forma más flexible a los socios nacionales y extranjeros a través de la conciliación de los dirigentes sindicales y de los movimientos sociales «moderados» con las élites empresariales.

******

Crisis económicas, levantamientos y la senda del siglo XXI hacia el capitalismo

La crisis del neoliberalismo ha generado mucha diversidad de resultados políticos; con la posible excepción de Venezuela, las revueltas populares que tuvieron lugar inmediatamente después de la crisis dieron lugar a resultados capitalistas, si bien marcadamente divergentes. Para la mayoría de los Estados latinoamericanos supuso un agudo incremento de la intervención estatal, incluso de la adquisición provisional de bancos en quiebra o casi en quiebra para salvar a ahorradores e inversores: una especie de «estatismo» por invitación (u obligación) capitalista. El nuevo estatismo se convirtió en la base de la aparición del capitalismo del siglo XXI. La «ideología anti-neoliberal» articulada por sus ejecutantes aturdió a los intelectuales occidentales impresionistas, que lo consideraron una «nueva variedad» de socialismo o, al menos, un «peldaño» en esa dirección.

Visto con perspectiva histórica, el estatismo fue desde el principio un primer paso necesario hacia la reactivación del capitalismo. Los «primeros pasos» aparentemente radicales eran en realidad el final de la partida de las rebeliones populares del fin de la década. Con el paso del tiempo, sobre todo con la recuperación económica y la expansión de las materias primas, el capitalismo experimentó un despegue a mediados de la década. El capitalismo heterodoxo empezó a desprenderse de algunos de sus elementos propios del modelo del bienestar en favor de una perspectiva desarrollista más inmediata. Los tecnócratas hicieron hincapié en las inversiones extranjeras a gran escala y a largo plazo y en la «modernización económica». Eso supuso la inversión público-privada en infraestructuras para acelerar la circulación de materias primas hacia los mercados mundiales.

El crecimiento sostenido del modelo heterodoxo puso fin al debate radical sobre la globalización,

Etiquetas:

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal