lunes, marzo 19, 2007

Informe Especial :
San Pablo, 28 de febrero de 2007



Comissão Pastoral da Terra (CPT)

Tanques llenos a costa de estómagos vacíos




Nosotros, representantes de entidades y movimiento sociales de Brasil, Bolivia, Costa Rica, Colombia, Guatemala y República Dominicana, reunidos en un seminario sobre la expansión de la industria de la caña en América Latina, constatamos que:

El actual modelo de producción de bio-energía se fundamenta en los mismos factores que desde siempre causaron la opresión de nuestros pueblos: apropiación de la tierra, de los bienes naturales y de la fuerza de trabajo.

Históricamente, la industria de la caña sirvió de instrumento para el sostenimiento del colonialismo en nuestros países y la estructuración de las clases dominantes que controlan hasta hoy grandes extensiones de tierra, el proceso industrial y la comercialización. Este sector se basa en el latifundio, en la superexplotación del trabajo (inclusive recurriendo al trabajo esclavo), y en la apropiación de recursos públicos. El sector cañero se estructuró mediante el monocultivo intensivo y extensivo, provocando con ello la concentración de la tierra, de la riqueza y del lucro.

La industria de la caña fue una de las más importantes actividades agrícolas desarrollada en las colonias. Permitió que sectores que controlaban la producción y la comercialización, consiguieran acumular capital y con eso se contribuyó decisivamente para la estructuración del capitalismo europeo. En América Latina, la creación y control del Estado, desde el siglo XIX, continuaron al servicio de los intereses coloniales. Actualmente, el control del Estado por este sector se explica por el llamado "capitalismo burocrático". La industria de la caña definió la configuración política de los Estados nacionales y de las economías latinoamericanas.

En Brasil, a partir de los años 70, cuando se dio la llamada "crisis" mundial del petróleo, la industria de la caña comenzó a producir combustible, lo que justificaría su sostenimiento y expansión. Lo mismo ocurre a partir del 2004, con el nuevo Programa Pro-Alcohol, que sirve principalmente para beneficiar al agronegocio. El gobierno brasileño comienza a estimular también la producción de biodiesel, principalmente para garantizar la sobrevivencia y la expansión de grandes extensiones de monocultivo de soya. Para legitimar esa política y disimular sus efectos destructivos, el gobierno estimula la producción diversificada de biodiesel por pequeños productores, con el objetivo de darle una apariencia socialmente aceptable a esta actividad. El monocultivo también se ha expandido en regiones indígenas y en otros territorios de pueblos originarios.

En febrero de 2007, el gobierno estadounidense anunció su interés en establecer una alianza con Brasil para la producción de biocombustibles, que sería el principal "eje simbólico" de la relación entre ambos países. Esa es claramente una faceta de la estrategia geopolítica norteamericana, para debilitar la influencia de países como Venezuela y Bolivia en la región. También justifica la expansión del monocultivo de caña, soya y palma africana en todo el territorio latinoamericano.

Aprovechándose de la legítima preocupación de la opinión pública internacional con el calentamiento global, grandes empresas agrícolas, de biotecnología, petroleras y automotrices, perciben que los biocombustibles representan una fuente importante de acumulación de capital.

La biomasa es presentada falazmente como una nueva matriz energética, cuyo principio es la energía renovable. Pero sabemos que la biomasa no podrá realmente sustituir a los combustibles fósiles y que tampoco es renovable.

Algunas características inherentes de la industria de la caña son la destrucción del medio ambiente y la superexplotación del trabajo. Utiliza principalmente mano de obra inmigrante. Por lo tanto, estimula procesos de migración, haciendo a los trabajadores más vulnerables y dificultando todavía más su organización. El duro trabajo en el corte de la caña ha causado la muerte de centenas de trabajadores.

Las mujeres trabajadoras en el corte de la caña son todavía más explotadas, pues reciben salarios más bajos o, en algunos países como Costa Rica, no reciben su salario directamente: el pago de su salario lo recibe su marido o compañero. Es común también la práctica del trabajo infantil en toda América Latina, así como la explotación de jóvenes como principal mano de obra para la agotadora zafra.

Los trabajadores no tienen ningún control sobre el peso real de su producción y consecuentemente de su salario, pues son remunerados por cantidad de caña cortada y no por horas trabajadas. Esta situación tiene serios efecto para la salud y es asimismo causa de muerte de muchos trabajadores por fatiga, debido al trabajo excesivo que demanda el corte de hasta 20 toneladas de caña por día. La mayoría de las contrataciones se realiza por intermediarios, eso dificulta la posibilidad de reivindicación de los derechos laborales, pues no existe un contrato formal de trabajo. La figura del empleador se diluye en este proceso, que niega la existencia misma de la relación de trabajo.

El Estado brasileño estimula la utilización de tierras de los asentamientos de reforma agraria y de pequeños agricultores, que actualmente son responsables por el 70% de la producción de alimentos, para producir biocombustibles, comprometiendo de esa forma la soberanía alimentaria.

Por lo tanto, asumimos el compromiso de:

-Ampliar y fortalecer las luchas de los movimientos sociales en América Latina y en el Caribe, por medio de una articulación entre las organizaciones de trabajadores existentes y las entidades de apoyo.

-Denunciar y combatir el modelo agrícola basado en el monocultivo concentrador de tierra y riqueza, depredador del medio ambiente, responsable por el trabajo esclavo y la superexplotación de la mano de obra. La superación del actual modelo agrícola pasa por la realización de una Reforma Agraria amplia, que elimine el latifundio.

-Fortalecer a las organizaciones de trabajadores rurales, asalariados y campesinos, para construir un nuevo modelo cimentado en la agricultura campesina y en la agroecología, con producción diversificada, priorizando el consumo interno. Es necesario luchar por políticas de subsidios para la producción de alimento. Nuestro principal objetivo es garantizar la soberanía alimentaria, ya que la expansión de la producción de biocombustibles agrava la situación de hambre que padece el mundo. No podemos mantener los tanques llenos y los estómagos vacíos.


San Pablo, 28 de febrero de 2007



Comissão Pastoral da Terra (CPT)
Grito dos Excluídos Continental
Movimento Sem Terra (MST)
Serviço Pastoral dos Migrantes (SPM)
Rede Social de Justiça e Direitos Humanos
Via Campesina

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